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Lo mejor
Mis tres mejores novelas leídas en 2024

Diciembre es un mes de saldar cuentas, al menos, desde que contamos a los demás cómo nos gustaría que fuese nuestra vida en Instagram. Las listas de libros leídos, como una conquista, las galerías de viajes y conciertos. Todas las experiencias que has podido pagar y cuyo recuerdo almacenamos en el carrete del móvil como una colección de mariposas atravesadas por alfileres. Es la era de la economía de la experiencia. El Spotify wrapped me dice algo parecido a lo que me dijo el año pasado y el anterior. Sigo escuchando casi lo mismo. Ni una idea nueva me ha llegado a través de su algoritmo que sintiese que merecía la pena atesorar. No ha pasado así, sin embargo, con la música que recomiendan los pocos prescriptores que me quedan, y los últimos programas de Radio3 que todavía escucho, como El Sótano o Café del Sur. Si mi algoritmo se ha sentido desorientado en algún momento ha sido por efecto de sus viejas bibliotecas de vinilo.
Contar lo mejor del año es otro ruego al vacío en espera de un eco. Un gesto necesario para la supervivencia del ego en la era digital. Reconocernos en la validación del otro. El enésimo intento de que las redes sociales sean, de nuevo y en efecto, sociales.
Gran parte de las alegrías y de las tensiones de mi vida vienen de que me tomo esta como una lista de deberes. Por lo tanto, me encantan las listas. Tengo un desmedido sentido de obligación hacia los otros. Así que aquí viene la mía. Según Storygraph, la app donde llevo el registro de mis lecturas, en 2024 leí 21 libros. Faltarán solo los que aún no están publicados y por lo tanto no aparecen en la base de datos. He leído novelas sublimes este año. Es difícil decir cuales son las mejores, pero sí puedo decir cuales son las que me han gustado más. Tres libros que leí porque quise, no porque sintiera ninguna obligación periodística por hacerlo. Uno de ellos, de publicación reciente, los otros dos, del siglo pasado. Uno de ellos ha cumplido ya los 90 años. Son libros que me tienen completamente obsesionada. Los dos primeros fueron propuestas mias para el club de lectura y paisaje que dinamizo en Mastodon, #LecturasCasaArbol.

Otra captura de los Sims, que es el otro tema velado de esta newsletter.
#1 La lluvia amarilla, de Julio Llamazares (booket), se publicó en los años 80, cuando el autor era bastante joven. Es un libro tan oscuro y delicado, tan viejo y sabio, que podría haber sido escrito por una montaña. Es el monólogo del último habitante vivo de Ainielle, un pueblo abandonado del Pirineo Aragonés, quien, a las puertas de la muerte, hace memoria de la caída en el olvido del pueblo.
Una novela breve y profundamente gótica, en la que el entorno natural, la luz, se funde con la psique del personaje, sumido en un mundo tan solitario como habitado por fantasmas. Pocas veces he tenido entre las manos un libro más hermoso y más melancólico, con un talento narrativo cercano a la poesía. Un libro que entronca con la preocupación por la España vaciada, especialmente ahora que urge encontrar alternativas realistas de habitabilidad y de conexiones humanas a las ciudades, gentrificadas y convertidas en escenarios de cartón piedra para turistas despistados en busca del retrato de una autenticidad que han previamente contratado. Ahora que leemos Las casas vacías de David Uclés con interés y fascinación, la Tierra de mujeres de María Sánchez y otros títulos sensibles a este imaginario de posibilidades, tan sediento de financiación e infraestructuras, este libro podría volver a tener una segunda vida.

#2 Si empezamos el año en el club de lectura con La lluvia amarilla, lo acabamos con Ahora en noviembre, de Josephine Johnson (Alianza). Éste ha sido otro de los grandes libros de mi año. Publicado en 1934, este libro convierte a su autora en la persona más joven en haber ganado jamás el premio Pultizer, con solo 24 años. Cuando Johnson escribió la historia de una familia de granjeros, en un lugar indeterminado de Estados Unidos, luchando contra la sequía, los impuestos, los incendios provocados por la construcción de la red de carreteras y la precariedad, contaba una historia que resonaba en miles de familias del país. Narraba el mismo germen del crack del 29. Las desventuras de una familia rota y explotada, su conexión con la tierra y su fe en el sueño americano de la recompensa tras el trabajo duro son solo la punta del iceberg de un libro infinito, que habla en realidad de una fractura de valores esencial. Una descomposición de los vínculos que une a las comunidades entre sí por el triunfo del pensamiento individualista, que es también la de los lazos con la tierra, los paisajes, las estaciones. Es el relato de cómo una sociedad entera avanza hacia un mundo cuyos procesos desconoce, y cómo esa oscuridad es la de perder de vista el sentido, las normas causa-efecto, que afloran delante de nuestros ojos cada día.
Por último, el libro #3 ha sido Paisaje nacional, de Millanes Rivas (Alianza). Para mí, la voz literaria más importante en la España actual. Su escritura refleja una inusitada capacidad de escucha. Vinculando el mapa de los fenómenos paranormales de la España vaciada con el de las represalias franquistas y con el de la política hidráulica del régimen, Rivas se encuentra con un relato insólito, especial, y muy entretenido. Su capacidad de escucha se demuestra, por un lado, en un bagaje lector nada pomposo y muy creativo que ya demostró en su primera novela, Tan jóvenes y la pena (Editorial Dieciséis), pero que también se manifiesta en un repertorio de personajes intergeneracional que las barreras de diálogo invisibles que les separan. En Millanes Rivas, las generaciones cooperan.
He leído magníficas novelas este año como Luciérnaga, de Natalia Litvinova (Lumen), Atusparia, de Gabriela Wiener (Random House), o La segunda venida de Hilda Bustamante, de Salomé Esper (Sigilo), pero nada ha sido comparable con el tríptico descrito. También, debido a que mis preocupaciones se desenvuelven en esa dirección de libros-paisaje que reflexiona sobre la conexión de los humanos con el territorio que tanto ahondamos en el club de lectura de Mastodon.
Sin más, os deseo desde este irregular boletín que tengáis las mejores fiestas, y una buena entrada de año. Uno, a ser posible, con tiempo y energía para leer, que no es poco pedir hoy en día. Entre todas lo llenaremos de títulos que nos hagan crecer.